por Alberto Elenes
21/10/2025 08:45 / Uniradio Informa Baja California / Reportajes especiales / Actualizado al 21/10/2025
- El 90% de los migrantes que llegan a albergues como la Casa del Migrante en Tijuana son repatriados de Estados Unidos; la mayoría llega solo con la ropa que lleva puesta y un profundo trauma emocional.
- Un 30% de los deportados superan los 50 años, enfrentando un futuro incierto al haber perdido sus raíces en México y con dificultades para reintegrarse laboralmente.
- Un programa federal de certificación de albergues busca garantizar "espacios seguros" para atender la crisis de salud mental, una herida invisible que marca el regreso a un país que ya no reconocen como su hogar.
TIJUANA.- Para Alfredo, el regreso a México no fue un retorno a casa, sino el inicio de una pesadilla. Después de casi tres años viviendo en la calle en Estados Unidos, la repatriación lo despojó de lo poco que tenía, dejándolo varado en una tierra que, aunque es la suya, ya no reconoce. Su llanto es el reflejo de miles: el dolor de ser arrancado de raíz.
"Me considero fuerte por ese lado, pero, desde que llegué he tenido días, hasta ahorita estoy llorando, así feo, sí se me salían las lágrimas las primeras noches. Quizás eso me pone triste a mí. Llegar aquí y no, porque yo no conozco la ciudad, no sé donde estoy, no sé qué tan lejos estará el centro, preguntar algo, qué se yo. Si no, yo creo que no estuviera así. A lo mejor estuviera en la casa", expresó Alfredo González Rodríguez, migrante repatriado.
La historia de Alfredo no es única. Es el rostro de una crisis silenciosa que se vive en los albergues de la frontera. La Casa del Migrante en Tijuana, recién certificada por el gobierno federal como un "espacio seguro", recibe diariamente a hombres como él. El 90% son connacionales repatriados. El perfil es cada vez más alarmante: más del 30% son mayores de 50 años, muchos ya no hablan español y, lo más grave, llegan con profundas heridas psicológicas.
"El calvario que viven ellos es muy inhumano. Y si como país, como estado, como municipio, nosotros no nos preparamos para recibirlos, les vamos prolongando ese sufrimiento. No es una persona cualquiera, es Cristo quien toca nuestra puerta y como tal debemos acompañarlo. Desde la fe es mucho más, por eso creamos estos espacios", dijo Padre Lorenzo Chaidez, director de la Casa del Migrante Tijuana.

El programa de certificación, impulsado por la Secretaría de Salud, busca precisamente dignificar esta atención. No se trata solo de un techo o un plato de comida, sino de un refugio integral que atienda la principal secuela de la deportación: el trauma mental.
"La mayoría de los que se ocupa son casos de salud mental, las personas que vienen, vienen no tanto con un problema, digamos, de alguna patología grave, pero vienen con cuestiones de ansiedad, depresión, por el retorno pues forzado a nuestro país acá en México. Entonces, la mayoría requiere cierto apoyo psicológico, emocional", refirió Dr. José Abel Delgado Peraza, jefe de la Jurisdicción Sanitaria de Tijuana.
Pedro es otro de los rostros de esta realidad. Con 56 años, fue detenido mientras trabajaba en la construcción de albercas en San Fernando, California, donde vivió 37 años. Tras tres meses y medio en una prisión federal, fue enviado a Tijuana. Su mayor temor es el futuro.
"Ya, ya es difícil para encontrar trabajo, ya la edad tan avanzada ya no se puede, después de trabajar allá muchos años, tener trabajo estable. - ¿Qué te dicen aquí cuando vas a buscar trabajo? - No, no dicen nada, no más deja tu número de teléfono y ya. - Pero, ¿tú ves que es una limitante la edad? - Yo pienso que sí, porque no me han dicho nada, pero yo pienso que sí", narró Pedro Hernández Zúñiga, migrante repatriado.

Muchos son detenidos en redadas y, ante la falta de centros de detención migratoria, son recluidos en cárceles federales, aunque no hayan cometido ningún delito.
Para Alfredo, de 60 años, la vida que conocía se desvaneció. La incertidumbre es su única compañera.
"Fue en un (The) Home Depot que está aún lado de la ciudad La Habra Alambra, cerquita de Fuller, California. - ¿Cómo fue todo eso? - Como a las 10 de la mañana, yo estaba hablando por teléfono, cuando de repente vi un compañero estaba a un lado de mí, miré que sus ojos, yo estaba de espaldas, yo enfrente de él, y vi que corrió y dije, pues lo voy a seguir, pero ya estaban por el lado de atrás, cuando ya nos enteramos, fue en segundos, ya era la migra", contó Alfredo González.

Mientras las políticas migratorias endurecen, la certificación de estos albergues se convierte en un oasis en medio del desierto. Un intento por sanar las heridas invisibles de quienes, al volver a casa, se sienten más extraños que nunca.
La mayoría de los albergues certificados se localizan en esta ciudad fronteriza. Sin embargo, se espera que el próximo año este número crezca con el objetivo de brindar una mejor atención a los connacionales repatriados a nuestro país.
