Aguinaldo para los de arriba, ISR para los de abajo
_"Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros."_
— George Orwell
Por Isidro Aguado Santacruz*
Diciembre en México tiene algo de realismo mágico: entre luces parpadeantes y villancicos en centros comerciales, millones de trabajadores hacen cuentas con la calculadora del celular, codo a codo con el miedo. El aguinaldo —esos quince días de salario que la Ley Federal del Trabajo promete antes del día veinte— se evapora antes de tocar la palma: renta, deudas, comida, quizá un juguete modesto. Y, por si fuera poco, el Impuesto Sobre la Renta llega puntual como un cobrador viejo que nunca perdona.
En cualquier esquina del país, una trabajadora llena de harina sus manos preparando tamales para vender, un mecánico que junta monedas para pagar el gas, un maestro que espera su quincena como quien espera una cura. Ninguno recibirá 40 días de aguinaldo, ninguno tendrá devoluciones fiscales. Y sin embargo, son ellos quienes sostienen el país que otros administran desde oficinas con alfombra y aire acondicionado.
Mientras tanto, en otro México —ese que se custodia tras muros de mármol y alfombras gruesas— la Navidad adquiere otro significado. La Cámara de Diputados afina una bolsa de más de 208 millones de pesos para los pagos de fin de año de la 66 Legislatura: 152 millones en San Lázaro y 56 millones 746 mil 624 pesos para el Senado. El lema de "primero el pueblo" y el eslogan gubernamental "por el bien de México, primero los pobres" se diluye aquí como tinta lavada por la lluvia.
Porque ese slogan, repetido hasta el cansancio, parece haberse convertido no en brújula sino en coartada: una frase que se pronuncia para tranquilizar conciencias mientras las decisiones muestran lo contrario. "Primero los pobres" queda en el discurso, pero en la fila del presupuesto aparece al final.
Porque en San Lázaro, cada diputada y diputado verá llegar a su cuenta 304 mil 48 pesos: - 82 mil 52 pesos de dieta mensual, - 147 mil 438 pesos de aguinaldo, - 74 mil 558 pesos en "apoyos legislativos".
Todo perfectamente legal, todo impecablemente justificado en papeles. El año pasado recibieron "solo" 46 mil 834 pesos de aguinaldo proporcional; este año, la cifra se multiplica como si el "servicio a la nación" exigiera una Navidad distinta a la del resto de los mortales.
En el Senado, cada legislador recibirá 253 mil pesos de aguinaldo libre de impuestos por 40 días, más 131 mil 700 pesos de dieta neta mensual, lo que suma 384 mil 700 pesos por senador. Ahí no terminan los privilegios: vales, apoyo vehicular, prima vacacional, prima quinquenal, seguros. Y algunos, como Gerardo Fernández Noroña, incluso cobran la Pensión para Adultos Mayores, 6 mil 200 pesos bimestrales, diseñada para quienes menos tienen.
La dieta de un senador —131 mil 700 pesos netos— está apenas 2 mil 590 pesos por debajo del salario de la presidenta. El secretario general del Senado, Alejandro Garita Alonso, recibe 130 mil 600 pesos mensuales, y su aguinaldo de 40 días supera los 235 mil pesos.
Aquí aparece la vieja tensión histórica: desde el Porfiriato hasta las élites políticas del siglo XX, las repúblicas han tendido a blindarse "en nombre del pueblo". La novedad no es el privilegio, sino el cinismo con que se ejerce. Cuando el discurso habla de igualdad pero el presupuesto habla de excepción, la promesa se vuelve simulacro.
Pero todo esto ocurre en un país donde millones ganan 8 mil 364 pesos al mes, el único rango exento de ISR en el aguinaldo. Y aquí conviene detenernos en una escena que bien podría ocurrir hoy:
Una cajera de supermercado, con el uniforme gastado, recibe su aguinaldo equivalente a quince días. Lo mira como quien observa un vaso de agua en el desierto. Antes de guardarlo ya sabe en qué se irá: renta, luz, comida, una deuda vieja. Cuando ve la deducción de ISR, no piensa en leyes fiscales: piensa en una cena que no alcanzará. Ella no tendrá 53 días de aguinaldo, ni devoluciones de impuestos, ni apoyos legislativos. Solo la vida real, la que no perdona.
Y sin embargo, los diputados rechazaron legislar para que trabajadores del sector público y privado recibieran su aguinaldo libre de ISR. La propuesta del PAN planteaba exentar hasta dos salarios mínimos, 16 mil 728 pesos. "Que quienes menos ganan, los pobres, el pueblo, no paguen ISR".
El PRI respaldó una iniciativa similar, explicando que el costo fiscal —20 mil millones de pesos— sería compensado por mayor recaudación de IVA en compras decembrinas. Se rechazó a mano alzada.
En cambio, los diputados aseguraron su propio aguinaldo 2025: - 140 mil 504 pesos, - más 64 mil 587 pesos por devolución de ISR, - para un total de 219 mil 504 pesos solo por dieta, aguinaldo y compensación fiscal.
Para 2026, se garantizan 147 mil 438 pesos de aguinaldo y 67 mil 785 pesos por devolución de ISR.
Además, en enero aprobaron aumentar su dieta en 4.48%, por encima de la inflación proyectada del 3.5%, elevándola de 75 mil 609.27 pesos a 79 mil pesos. Esto pese a que en diciembre de 2024 aseguraron que no habría incrementos. La clave estaba escondida en el Presupuesto: la frase que permitía "actualizar" el salario legislativo si había disponibilidad presupuestal.
Y mientras los sueldos suben, la productividad se hunde. Apenas 5% de las iniciativas se han aprobado: - 2,939 presentadas, - solo 109 aprobadas, - 41 desechadas, - 170 retiradas, - 2,619 sin atender.
El problema no es solo numérico: es simbólico. Una productividad del 5% no es una cifra aislada, es un retrato moral. No faltan manos: faltan prioridades. No falta tiempo: falta voluntad.
La asistencia tampoco es ejemplar: 701 justificantes de ausencia en el Senado desde septiembre de 2024. Algunos acumulan más permisos que iniciativas. El panista Gustavo Sánchez Vásquez tiene 64 asistencias de 107 sesiones y 43 justificantes; Jasmine María Bugarín, 31 justificantes; Mayuli Latifa Martínez, 18; Ana Karen Hernández, 21. A la lista se suman Gina Gerardina Campuzano y Óscar Cantón Zetina, ambos con el mismo número de asistencias y justificantes que sus colegas, como si hubieran encontrado en los permisos una segunda dieta. El priista Alejandro Moreno Cárdenas presume 87 asistencias y 14 justificantes, mientras que Lucía Trasviña Waldenrath, de Morena, acumula 18 justificantes que harían envidiar a cualquier trabajador con reloj checador. Luis Armando Melgar Bravo, del PVEM, y Yeidckol Polevnsky, del PT, tampoco se quedan atrás con 16 justificantes cada uno, como si el reglamento del Senado fuera más flexible que un gimnasio de 24 horas.
Y del lado de San Lázaro, la historia no mejora: la panista Mónica Becerra Moreno apenas suma 22 asistencias desde septiembre de 2024; Magaly Armenta Oliveros, de Morena, registra 50 sesiones con 23 justificantes; Carmen Patricia Armendáriz, 51 sesiones con 15 justificantes; Claudia Quiñones Garrido, del PAN, 54 asistencias con 16 justificantes. Cuatro diputados del PVEM —Ana Érika Santana González, Julio Javier Scherer Pareyón, José Braña Mojica y Casandra Prisilla de los Santos— completan el cuadro como si la bancada ecologista hubiera encontrado en la fauna de las ausencias su ecosistema natural.
Y mientras para el trabajador común tres retardos significan despido, en la Cámara Alta las ausencias se diluyen en comisiones, justificantes y un sistema indulgente. Para presentarse a laborar, vaya encrucijada: para unos, obligación con reloj checador; para otros, cortesía administrativa.
A esto se suma un detalle que parece menor, pero que revela la comodidad con la que se ejerce el cargo: también acordaron que el día 11 de diciembre iniciarán sus vacaciones, y no regresarán sino hasta el 01 de febrero. Más de un mes y medio de pausa legislativa. Aunque, claro, eso de "regresar" es relativo: muchos continúan en modalidad de home office, y la asistencia presencial suele reducirse a una vez por semana. La vida del diputado, dirán, no es fácil; es agotadora. Después de tan extenuantes jornadas laborales, se merecen un buen descanso. Un descanso que millones de trabajadores mexicanos jamás podrían darse el lujo de tomar, ni en tiempo ni en salario.
Esta separación no es solo económica: es antropológica. Hablan de "pueblo" quienes hace tiempo dejaron de conocerlo. Hablan de "sacrificio" quienes no han vivido uno en décadas. Hablan de "primero los pobres" quienes jamás han estado en la fila del supermercado contando monedas para completar el mandado.
El panorama histórico recuerda algo viejo: las repúblicas suelen naufragar no por falta de leyes, sino por la distancia entre quienes las dictan y quienes deben obedecerlas. Los parlamentos del mundo han invocado a la gente mientras se aíslan de sus sacrificios. Lo inquietante no es el privilegio, sino el cinismo con que se administra.
Porque legislar para el pueblo no es repetirlo en un mitin. Es decidir a quién se protege cuando se reparten las cargas fiscales. Es preguntarse si un país que proclama "primero los pobres" puede aceptar que quienes ganan 8 mil pesos paguen impuestos sobre su aguinaldo, mientras quienes ganan 304 mil o 384 mil pesos en diciembre disfrutan aguinaldo libre, devoluciones y aumentos.
Esta contradicción es más elocuente que cualquier discurso. La aritmética desmiente al slogan.
Y quizá ha llegado el momento de un gesto colectivo: dejar de normalizar lo inadmisible. Porque nada cambiará arriba mientras abajo aceptemos que la desigualdad fiscal es un destino inevitable y no una decisión humana. El pueblo no está pidiendo privilegios: está pidiendo justicia. Y la justicia, si no empieza abajo, no empieza nunca.
Adaptarse al compás de la vida no es tarea sencilla; en Cambio de ritmo, intento no perder el paso. Que tengan un excelente INICIO de semana lector@s.
*_El autor es analista político, ha escrito los libros, Un país imaginario y Tras las cortinas del poder. Escribe todos los martes y viernes su columna, Cambio de ritmo._