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La visa como sentencia

"En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario." George Orwell

Isidro Aguado Santacruz
Isidro Aguado Santacruz Archivo

por Isidro Aguado Santacruz

13/05/2025 12:15 / Uniradio Informa Baja California / Columnas / Actualizado al 13/05/2025

En política, como en la literatura, lo más interesante casi nunca está en la superficie. Lo esencial suele ocultarse tras una cortina de frases huecas, comunicados ambiguos o silencios estratégicos.

Lo que ha ocurrido en Baja California no es una anécdota de aduanas ni un simple trámite migratorio; es una grieta, una señal de alarma encendida en la puerta norte de México. La revocación de las visas de Carlos Torres Torres, esposo de la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda, y la notificación consular a la propia mandataria, constituye un hecho inédito en la historia del estado desde su fundación en 1952. No por el acto mismo, sino por lo que implica, por lo que sugiere, por lo que podría develar.

Desde hace dos semanas, Carlos Torres sabía. No lo dijo en público, pero entre sus círculos más cercanos ya se comentaba que le habían "restringido el paso". La información había sido comunicada de manera verbal en el consulado, sin mayor explicación, sólo con la fría advertencia de que su visa quedaba invalidada. Las razones, como suele ocurrir en estos casos, fueron clasificadas como confidenciales por el Departamento de Estado. Y es que no se trata de procesos judiciales, sino de evaluaciones discrecionales amparadas en el principio de seguridad nacional. Cuando Estados Unidos detecta indicios, vínculos o flujos financieros que lo ameritan, puede actuar sin necesidad de pruebas públicas. Esa es la lógica de los vetos silenciosos, los que no buscan escándalo, sino control.

No se trata aquí de inventar culpabilidades ni de enarbolar linchamientos prematuros. Se trata, en primer lugar, de observar los hechos y los contextos. El Departamento de Estado de los Estados Unidos no actúa por capricho ni por desdén. Cuando ordena que se retire una visa, y más aún cuando esto se ejecuta en el marco de una operación previamente diseñada desde Washington, no estamos frente a un caso común ni ante una reacción burocrática. La frontera de Tijuana, uno de los puntos más calientes del planeta en términos geopolíticos, es el escenario de esta tensión. No por azar. El mensaje no fue dirigido sólo a los afectados, sino al poder que los protege y al que representan.

Marina del Pilar Ávila Olmeda es la primera mujer en gobernar Baja California. En otras circunstancias, eso sería motivo de celebración histórica. Pero hoy, su nombre aparece entre susurros y señalamientos que recuerdan que en México, tras el poder, a menudo se oculta la complicidad. La han llamado "Narco Gobernadora", no sólo sus adversarios, sino incluso un exgobernador del mismo partido: Jaime Bonilla. En cualquier democracia madura, esta acusación bastaría para una investigación profunda e independiente. En México, por el contrario, se disuelve en el aire como humo de campaña.

¿Qué se sabe? Poco. ¿Qué se oculta? Demasiado. ¿Qué está en juego? La legitimidad del poder en una entidad clave para el país. Baja California es frontera viva, ruta de comercio, pero también de armas, drogas y migración. Su destino incide directamente en la seguridad nacional de México y de Estados Unidos. Y en ese escenario, que la figura de la gobernadora y su círculo más íntimo estén bajo escrutinio de agencias norteamericanas no puede tomarse como un trámite. En la diplomacia, todo gesto tiene un propósito. Revocar una visa a un gobernador de frontera es un acto de censura sin palabras, un muro simbólico erigido por Washington para decir: "Aquí hay algo que no nos cuadra".

No es la primera vez que Estados Unidos lanza advertencias sutiles o no tanto a funcionarios mexicanos. En 2020, el general Salvador Cienfuegos, exsecretario de Defensa, fue arrestado en Los Ángeles por presuntos vínculos con el narcotráfico. Aquello fue una bomba diplomática que casi revienta la relación bilateral. Ahora, con Donald Trump regresando al centro de la escena política y con ello su discurso xenófobo y beligerante hacia México cualquier señal de indulgencia hacia los cárteles por parte de funcionarios mexicanos será utilizada como munición política. Trump no necesita pruebas; le basta con la sospecha. Y el caso Baja California huele a pólvora.

La frontera es una línea, pero también una metáfora. Del lado mexicano, los cárteles se han convertido en un poder paralelo, infiltrado en gobiernos municipales, estatales y federales. Del lado norteamericano, se multiplican las alertas. El Departamento de Estado, el FBI, la DEA y el CBP actúan con base en información, no en rumores. Si decidieron retirar las visas a la primera pareja del estado, es porque algo se mueve bajo la superficie: cuentas bancarias, relaciones oscuras, acuerdos inconfesables.

Los cárteles en Tijuana no son un fenómeno nuevo, pero sí cada vez más descarado. En los últimos tres años, las ejecuciones, las desapariciones y el control territorial por parte del crimen organizado han alcanzado niveles alarmantes. En 2023, según cifras del INEGI, Tijuana ocupó el primer lugar nacional en homicidios dolosos con más de 2,000 casos, y el 70% de los crímenes no se investigaron. En ese mismo año, la FGR reconoció que la presencia del Cártel Jalisco Nueva Generación y del Cártel de Sinaloa había consolidado un sistema de narco-gobernanza local. Quien mande en el estado, lo quiera o no, debe enfrentarlos o pactar con ellos. Y todo indica que en Baja California alguien pactó.

Pero no sólo Baja California está bajo la lupa. La revocación de estas visas debe leerse como una advertencia a todo el aparato político de Morena, que ha hecho del discurso anticorrupción una bandera, pero que en los hechos ha reproducido los peores vicios del viejo régimen. La cuarta transformación, en este aspecto, se parece demasiado al PRI de los años 70: un poder que predica la virtud mientras negocia en la sombra.

Lo que sigue es incierto, pero inevitable. Vendrán más revocaciones, más filtraciones, más revelaciones. Estados Unidos está marcando la cancha antes de las elecciones, colocando fichas con precisión quirúrgica. Y mientras en México se repite el mantra de "son trámites administrativos", allá se construye el relato que puede cambiar la narrativa bilateral. En política internacional, no hay gestos inocentes.

La literatura enseña que la verdad no se revela, se insinúa. Que el poder, para mantenerse, necesita máscaras. Pero también enseña que toda máscara, tarde o temprano, cae. Y en la frontera, cuando cae una, se ve todo. Se ve al coyote, al burócrata, al banquero, al político, al asesino. Todos mezclados en la misma danza de intereses. Y se ve, sobre todo, que el verdadero muro no está entre México y Estados Unidos, sino entre la verdad y el poder.

Tal como escribí en mi libro Detrás del Poder, se toman decisiones que nunca nos muestran la realidad completa. Aquí está el ejemplo más claro: lo que callan las instituciones, lo revela el exilio de una visa. Y lo que se niegan a admitir, lo confirma el silencio de Washington.

México, en este caso, debe mirar de frente y sin romanticismos. Porque lo que está en juego no es la visa de una gobernadora, sino la soberanía moral del país. Y esa, cuando se pierde, no la devuelve ningún consulado.

Adaptarse al compás de la vida no es tarea sencilla; en Cambio de Ritmo, intento no perder el paso. Que tengas un excelente inicio de semana lector