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Se armó la carnita asada (y la protesta)

Cuando la política se convierte en espectáculo, la democracia se vuelve una farsa." Mario Vargas Llosa

Isidro Aguado Santacruz
Isidro Aguado Santacruz Archivo

20/05/2025 13:18 / Uniradio Informa Baja California / Columnas / Actualizado al 20/05/2025

Lo que comenzó como una ocurrencia en redes sociales, un evento convocado con el ingenio y desparpajo propio de los tiempos virales, terminó siendo una fotografía elocuente del descontento ciudadano en Baja California. La "carnita asada" organizada en la Plaza de los Tres Poderes, en Mexicali, no fue solo una protesta, ni solo una fiesta, sino una metáfora. Una radiografía moral de la sociedad bajacaliforniana: cansada, indignada, pero también confundida.

El origen del evento tiene la textura de la sátira contemporánea: Mateo González, un joven de redes, publicó una invitación en tono de broma, y lo que parecía una mofa trivial cosechó más de 70,000 interacciones y más de 21,000 confirmaciones. El sábado por la tarde, desde las cinco, el carbón empezó a crujir. Pero no solo se asaron cortes de carne: también se asaron figuras públicas, se asaron discursos, se asó, en sentido figurado, la imagen ya deteriorada de la Gobernadora Marina del Pilar.
Lo cierto es que la protesta tuvo una masiva participación. Con carteles, réplicas de visas, piñatas, pancartas pidiendo la revocación de mandato y hasta un corte de luz que muchos interpretaron como un acto deliberado para apagar el entusiasmo. Y sí, hubo enojo, frustración, gritos, memes, indignación ciudadana.

Pero también hubo oportunismo.
Un amigo, Santiago, me contó que estuvo ahí. Me describió con ironía: —"Había hasta gente del PAN, del PRI... unos de Movimiento Ciudadano también—. Según ellos era un evento ciudadano, pero bien que traían a sus operadores discretos. Andaban más atentos que los camarógrafos."
Le pregunté si creía que era una protesta espontánea. — "Una parte sí, pero otra es puro show. Ya sabes: siempre hay quien se monta para sacar tajada"—.

Y ahí fue cuando salió el nombre que muchos esperaban: Gustavo Macalpin.
Ex conductor del Canal 66, viral por su despido al aire y sus videos incendiarios contra el gobierno estatal. Personaje hábil en el manejo del descontento, pero cuya crítica no es un análisis, sino un espectáculo.

Macalpin no argumenta, arde. No razona, ruge. No busca un cambio, busca atención. Y aunque su rabia pueda ser compartida por muchos, su contenido es más una antorcha que una linterna. No alumbra, incendia.

Ahora bien, se ha empezado a decir que este tipo de manifestaciones es "la nueva forma de hacer política". Lo repiten en redes, lo proclaman algunos con cierto aire de revolución ciudadana. Pero, con franqueza, se equivocan. No todo lo que genera clicks es participación democrática. Algunos solo lo ven como diversión, como sátira. Como si protestar fuera un evento social, y no un acto de conciencia.

La palabra "política" ha sido utilizada de manera burda e ignorante, reducida a un hashtag, convertida en pretexto para escándalos, para likes, para rencores. Pero la política no es eso. La política es pensamiento, es proyecto, es visión. Y sobre todo: es responsabilidad.

No defiendo a la Gobernadora. No se trata de eso. Porque sí, es cierto: la violencia en Baja California es alarmante.
Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de enero a abril de 2025, Baja California ha registrado 1,062 homicidios dolosos, situándose en el tercer lugar nacional solo detrás del Estado de México y Guanajuato. Tijuana concentra el 71% de estos crímenes, con una tasa de 83 homicidios por cada 100,000 habitantes, más del doble del promedio nacional.

La extorsión aumentó un 17.6% respecto al mismo periodo del año anterior, mientras que los delitos de violencia familiar superaron las 6,400 carpetas, colocando a Mexicali entre las diez ciudades con más denuncias de este tipo en el país.

Además, según el INEGI, el 72.8% de los ciudadanos en Baja California se sienten inseguros al caminar por su propia colonia. Una percepción de riesgo que no se resuelve con boletines de prensa, sino con resultados tangibles, con reformas estructurales, con estrategia. Y claro, con liderazgo.

Y claro, sabemos que cuando se está en el poder, cualquier tropiezo se convierte en carnada para la oposición. Así ha sido desde los tiempos de Porfirio Díaz hasta nuestros días: en política, el poder no se discute, se disputa. No es un diálogo, es una guerra sin cuartel donde todo error se cobra caro.

Pero si bien la crítica es necesaria, su forma también importa. Hay maneras legítimas de incitar, de exigir, de protestar. Y hay otras que solo alimentan el odio, que convierten la política en una serie de vendettas personales, que diluyen la indignación genuina en likes y compartidos. Hay quienes hacen de la política un oficio de pensamiento. Y hay quienes hacen del enojo un negocio rentable.

La Plaza de los Tres Poderes, esa tarde, fue testigo de todo: del hartazgo, sí, pero también de la manipulación. De la ciudadanía activa y de la política espectral. De la democracia viva y del espectáculo viral.

Este lunes, la Presidenta de la República salió en defensa de Marina del Pilar y restó importancia a la protesta. Otro error. Porque minimizar el descontento no lo extingue: lo agrava. El fuego no se apaga negando que hay humo.

Hoy se anuncian nuevas "carnitas asadas" en Tijuana y Ensenada. La protesta se propaga. Y más allá de los nombres, de las banderas, de los partidos, deberíamos preguntarnos qué estamos cocinando entre todos: ¿una sociedad más consciente o una ciudadanía más manipulable? ¿Un acto de libertad o una parrillada de populismo?
El carbón sigue ardiendo. Lo que está en juego no es la carne, sino el país.
Y a veces, entre el humo y el bullicio, olvidamos que no todo lo que huele a protesta es resistencia.

Adaptarse al compás de la vida no es tarea sencilla; en Cambio de ritmo, intento no perder el paso. Que tengas un excelente inicio de semana lector.